domingo, 6 de agosto de 2017

'Mordiendo la vida': potente película, entre 'Perros callejeros' y 'El crack'

MORDIENDO LA VIDA (TRAILER) from Vial Of Delicatessens on Vimeo.

    
    'Mordiendo la vida' es una buena cinta. Especial y dotada de una fuerza mágica. Podría definirse como una mezcla de 'Perros callejeros' y 'El crack'. También se la podría incluir dentro del cine quinqui o del policíaco. 

    Desde luego, es oscura, complicada, interesante y fiel reflejo de una época que ya se marchó: principios de los años 80 cuando nuestro país salía de 40 años de retraso y se incorporaba a marchas forzadas a la Europa más adelantada.


   Rodada en 1986, montada en 1987 apenas se vio en los cines al quebrar la productora. Ahora está en la calle en forma de dvd. La firma Martín Garrido (director, guionista y actor) quien da vida al agente incorruptible, borracho y maltratador de delincuentes llamado Ángel. Un Harry Callahan versión isleña que patrulla las calles de la mano de su Magnum 44.

    Se mueve por los bajos fondos del Barrio Chino de Palma, ese que ya no existe, pero que en la época se tragó a algunos de los soldados de la VI Flota de EEUU que recalaban en la capital balear. Fiero era este lugar: Puerta de Sant Antoni, calle Socorro, calle Apuntadors, vías perpendiculares a la calle del Sindicato...

    A Ángel lo acompaña otro policía, Don Ricardo (un enorme Eduardo Fajardo), que busca a un octogenario asesino por las pensiones de baja estofa. Entre ellas, la de 'La Trueno' donde vive la prostituta chic y apaleada 'La Rizos' (genial Beatriz Barón). Paralelamente, deben lidiar con un sanguinario chorizo Rodolfo a las órdenes del capo de la Isla, interpretado por Serafín Guiscafré.


    Paul Naschy posee un papel secundario, pero llamativo: el del sicario 'El Murciano'. Por cierto, Garrido no lo quería en la película, pero la insistencia de Fajardo lo incluyó. Al final, el director mallorquín criticó sus elevados aires durante el rodaje.

    Genial la imagen de la España de 1986, el argumento, aunque cojea en algunas escenas a mitad de la cinta, es potente y sin concesiones. El final es muy bueno. También se agradece la potente banda sonora, obra de Amaro en colaboración con Lorenzo Santamaría.

    Desde luego, una película de culto, injustamente olvidada. Muy buena!!!

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