lunes, 1 de enero de 2018

'Deadwood': 'Los Soprano' y 'Boardwalk empire' en el salvaje oeste

    
    'Deadwood' ya es un clásico. Una serie que engancha pese a su inicio un tanto lento y deshilachado. Al tercer o cuarto capítulo ya se vislumbra que es pura dinamita. Como 'Los Soprano' en el viejo y salvaje oeste.


    Porque la vida humana no vale ni un centavo en Deadwood, una población enclavada en territorio indio, en Dakota del Sur, lo que significa que las leyes de EE.UU. aquí no valen nada. 

    Es 1876 y 'Wild' Bill Hickok llega al pueblo, en plena fiebre del oro, acompañado del entrañable Charlie Utter y de la deslenguada -aunque sentimental' Calamity Jane. Allí hacen buenas migas con el exmarshall Seth Bullock (muy bueno el papel de Timothy Olyphant), quien abre una tienda a medias con su socio judío.


    Desde el principio saltarán las chispas con el capo del poblado y dueño del salón de juego, whisky y putas, Al Swearengen (genial Ian McShane), un inglés buscado por la justicia y más malo que la peste. 

    La serie juega con los sentimientos en un lugar en el que no existen, dejado de la mano de Dios, donde la ley del más fuerte es la única que predomina.


    Una viuda dueña de una concesión de oro, un asesino a las órdenes del capo, el taimado y traicionero alcalde-propietario del hotel, el sin escrúpulos dueño del nuevo salón, la jefa de las putas, el chino que hace desaparecer los cadáveres, una niña que sobrevive a los indios...

    Esta serie es poderosa porque todos sus personajes cuentan con una historia magnífica, a la vez que terrible, sobre sus espaldas. La trama es variadísima, jamás aburre y no sabes por dónde irá. Solo sabes que los finales serán duros y terribles.


    No hay concesiones y perdón... pese a que en toda la historia flota la palabra esperanza, ilusión y humanidad... pero el entorno es demasiado hostil.

    Muy buena. Dura. Sangrienta. Terrible... a la vez que tierna, amistosa, sentimental y bella. Un 9,5 de nota. Un western repleto de poderío y fuerza narrativa. Una gozada. Imprescindible.

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