lunes, 25 de septiembre de 2017

'Fury' (Corazones de acero): en la línea de 'Hermanos de sangre' y 'Salvar al soldado Ryan'

    
    'Fury' (Corazones de acero) es una pedazo de película. La escena final es bestial. Te pone el corazón a mil revoluciones. Sin llegar a ser tan buena como 'Salvar al soldado Ryan', es potente y muy recomendable para los amantes de este tipo de cine, en la línea de 'Platoon', 'La chaqueta metálica', 'Hermanos de sangre'...


    Lo peor de la guerra se da cita en esta cinta en la que Brad Pitt encarna a un sargento primero, Don 'Wardaddy' Collierjefe de un pelotón de cinco tanques Sherman, en abril de 1945, en Alemania, intentando llegar a Berlín.


    En su máquina de guerra, desembarcada en Normandía, se dan cita el Biblia-Topo, como artillero; Gordo, como conductor; Máquina, como el joven aprendiz de ametralladora; y Grady, como el responsable del explosivo.


    La película es dura. Refleja a la perfección lo que sentían los soldados destinados a servir en un taque, en un principio un poderoso acorazado con ruedas, pero que en cualquier momento podía convertirse en un ataúd con orugas.

    'Fury', su título original en inglés, es el nombre de este tanque Sherman que debe despejar en suelo teutón el avance de las tropas americanas. 


    Muy potente es la secuencia en la que tres 'sherman' se enfrentan al Tiger, un monstruo de última generación ideado por Hitler en un último intento por detener a las fuerzas aliadas. O la del soldado de las SS detenido por el sargento Don. Lo mismo ocurre con la escena en la que Norman 'Máquina' Ellison se esconde bajo 'Fury'.

    Muy buena película. Fiel reflejo de lo bestiales que son las guerras. Brad Pitt hace un papelón. Y Logan Lerman (Máquina) también.

jueves, 7 de septiembre de 2017

'Narcos 3': tan buena como las de Pablo Escobar (1 y 2)

    
    'Narcos 3' es tan buena como las dos primeras, que se dedicaron a la lucha contra el sanguinario capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar


    En la tercera entrega de esta serie de gran calidad, acción y humor (geniales los toques que aporta una joven pareja de agentes de la DEA), la lucha es contra el Cartel de Cali, mucho más sofisticado que el brutal Escobar. 

    Esta banda organizada de criminales controló el 80% del tráfico de cocaína del planeta: 1.000 millones de dólares anuales en 1993. La serie es un 50% real y un 50% ficcionada. Los personajes, por muy excesivos que parezcan, sí existieron.


    La investigación la dirige de nuevo el héroe americano que acabó con los de Medellín, el agente Peña, el que sale en la foto de Escobar muerto sobre un tejado colombiano. 

    Perfectamente interpretado por Pedro Pascal, se encargará de navegar entre policías corruptos y agentes de la CIA manipuladores para intentar desarticular a los hermanos Rodríguez Orejuela, verdaderos capos, amantes del lujo y la discreción, y auténticos zares de la droga que inunda México en su paso a Estados Unidos.


    Aquí aparecerá uno de sus socios principales, Pacho Herrera, a quien da vida, el genial actor español, de origen argentino, Alberto Ammann, dotándolo de una peligrosidad terrible y de un aspecto más que letal. Su falta de escrúpulos solo es comparable con la de 'El navegante', el principal sicario del cartel.

    Ammann, por cierto, protagoniza una de las escenas más duras de la serie. Es una especie de psicópata de guante blanco. Muy destacable es también el papelón de Matias Varela como Jorge Salcedo, el jefe de seguridad de los mafisos caleños. Un personaje con mucho peso en la trama.


    Llama la atención los papeles destacados de Miguel Ángel Silvestre (Franklin, quien blanquea el dinero sucio de la droga) y de Javier Cámara, como Palomari, el cantable de los todopoderosos gansters. Papelón, en su línea, del riojano.

    Chepe Santacruz Londoño (también genial Pepe Rapazote) es otro de los personajes más intimidantes, al estilo de Tony Montana, en 'El precio del poder'.


    La serie es pura dinamita. Secuencias poderosas. Una trama enrevesada. Unos personajes al borde del abismo. La lucha desesperada de un país (presidido por Ernesto Samper) para no sucumbir bajo el poder de los narcos y la de otro, EE.UU., el mayor consumidor de droga, peleando contra estos mafiosos extremadamente peligrosos. 

    ¿Dónde está el bien y dónde el mal? ¿Los buenos deben convertirse en seres infames para acabar con la maldad? ¿Quién gana con todo esto? Si no fuera porque los países ricos consumen drogas en cantidades industriales, jamás habrían existido bestias como Escobar, García Abrego, Chapo Guzmán, Arellano Félix, Rodríguez Orejuela, Beltrán Leyva, Rodríguez Gacha, Hermanos Ochoa, Hélmer Herrera, Santacruz Londoño, Amado Carrillo...