La temporada 1 de 'Line of duty' ya me entusiasmó. Es como 'Serpico' actualizado y con el tamiz inglés. Me resultó una serie que no se casa con nadie, en el que cualquiera la puede palmar y donde lo peor del ser humano asoma.
El tema principal: la corrupción policial. Brutal y salvaje. Difícil de extirpar. Por eso el héroe es un anti-héroe para los suyos. Un traidor entre el sectarismo de los agentes que trabaja para y por la ley.
La temporada 2 la he empezado a ver y no ha perdido ápice de fuerza. Vuelven los policías de asuntos internos de Birmingham a enfrentarse a casos complicadísimos, donde nada es lo que parece.
Una escena al límite nos golpea por inesperada. No hay cuartel. Los buenos son frágiles y los malos, muy malos y con muchos aliados. Otra escena -la de una emboscada- también nos deja tocados.
Esta es una serie perfectamente rodada. Con una trama más que cuidada. Y un sadismo interno que solo responde a lo más oscuro y deprimente del ser humano; el corrupto y vendido, el mentiroso; el que traiciona a los suyos.
Increíble la labor de los agentes y subinspectores de asuntos internos (Unidad AC-12) que deben luchar con pocos medios contra un poderoso entramado de basura policial. El detective inspector Steve Arnott es 'Serpico', apoyado en la inquebrantable y sagaz detective sargento Kate Fleming. Cierra el círculo el jefe, una especie de 'M', superintendente Ted Hastings.
Imprescindible. Recuerda un poco a la magnífica serie, también inglesa, 'Bodyguard' ('El guardaespaldas'), una joya que no tiene nada que ver con Kevin Costner y Witney Houston.
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